Ideal personal en la empresa y cómo vincularlo con nuestros compañeros de trabajo.
Testimonial escrita por Miguel Lelo de Larrea, Ex-presidente CIEES Monterrey y actual director de Comunidades de CIEES Internacional, para nuestras redes de comunicación CIEES Internacional.
Hace 5 años, tuve la oportunidad de participar en el congreso del CIEES México. Tenía una expectativa muy diferente al resultado que finalmente tuvo en mí. Pensaba que muchos de los temas iban a estar relacionados con el ambiente laboral como la ética, los actos de corrupción o el aprovechamiento de poder que te da cierta posición dentro de la organización.
Y algo de eso hubo. Sin embargo, sólo bastó la primera charla de Alexandre y Ricardo de Brasil, de la empresa Synchro, para darme cuenta que los temas iban más allá, que tenían que ver con la relación entre fe y vida, entre los valores de la vida diaria y el trabajo…y al escucharlos, pude luego reflexionar sobre mí y darme cuenta que hasta cierto punto llevaba una vida dividida entre lo que yo hacía en el ámbito familiar, social y espiritual, y el mundo del trabajo.
Hace 5 años, después de participar en el Congreso, salí de ahí con un anhelo: el vivir mi ideal personal en todo ámbito de mi vida, ser un católico de tiempo completo. Ser íntegro, no dejarme llevar por la dinámica laboral y realmente poner al frente y conscientemente mi ideal personal.
¿Qué pasaba con mi ideal?, lo tenía y lo vivía, pero no lo hacía de manera orgánica, integral.
Y cuando digo que no lo hacía de manera orgánica, quiero decir que lo vivía con la familia, con mi esposa, con mis hijos, con los amigos, en Schoenstatt, pero me faltaba vivirlo, nada más y nada menos que en el trabajo.
El trabajo, ¡el lugar donde uno pasa una tercera parte de la vida!
Llegaba a la oficina y lamentablemente me desconectaba de mi ideal personal. No que fuera una mala persona, sino simplemente, la dinámica del día a día me superaba y me olvidaba.
¿Cómo era posible que una tercera parte de mi tiempo, la dejaba de lado en la lucha por mi ideal?, muy probablemente podría decir que me movía como aquel hombre masa del cual habla nuestro Padre fundador. Me dejaba llevar por la corriente o al menos no lo vivía (el ideal) conscientemente.
Al momento de empezar a vivir conscientemente mi ideal en la empresa, me di cuenta de la excelente herramienta que puede ser el trabajo para conquistarlo (el ideal personal) y trascender.
Hasta aquí llega la primera parte de lo que quería compartir: el que uno viva su ideal personal en todos los ámbitos de la vida, incluso en el trabajo; sin embargo, creo relevante compartir lo siguiente, la segunda parte; la importancia de capacitar y habilitar a las personas que están alrededor de uno, para que tengan su ideal personal y que lo vivan también en el trabajo. No solo se trata de una formación personal, aprender y crecer hasta reventar; se trata de crecer y, además, compartir lo aprendido con los demás.
Esto que estaba experimentando en mi vida tras haber participado en el Congreso del CIEES quería compartirlo para que más personas tuvieran la emoción y oportunidad de vivirlo.
Me di cuenta de que la gente con la que uno se relaciona día a día en el trabajo está ávida de tener una vida más espiritual; evidentemente no lo “grita a los cuatro vientos”, pero falta que uno le “rasque tantito” para darse cuenta de ello. Por otro lado, todos sabemos que muchos trabajamos para desarrollarnos profesionalmente, para ganarnos la vida o cubrir una necesidad (lo cual es totalmente válido), pero no tenemos consciencia de que nuestro trabajo, puede ayudarnos a conquistar, alcanzar o lograr nuestro propósito de vida o ideal personal, el cual en ocasiones ni siquiera tenemos claro.
Mi experiencia con el equipo de trabajo fue que al momento de abrir temas que no eran comunes, hubo quienes se empezaron a interesar y empezaron a existir conversaciones, intercambios y cuestionamientos que anteriormente no había. No importó la edad, género o inclusive la religión.
Dado el interés, empecé a formalizar dichas conversaciones, tanto de manera individual, como de manera grupal (cada 4 meses). Corrí una invitación en la que cada uno podía decidir libremente si acceder o no a la misma y dediqué 45 minutos de mi semana a platicar individualmente con cada uno de los colaboradores del equipo sobre lo que era el ideal personal.
Mi sorpresa fue que, independientemente de la individualidad de cada uno, todos estaban interesados en trabajarlo. Y como uno no da lo que no tiene, para poder ayudar al desarrollo, tuve que prepararme.
Fue muy importante crear confianza y entendimiento, es decir, fortalecer o inclusive empezar a formar vínculos; conocernos, para generar un ambiente de confianza, saber quiénes éramos, por qué estábamos donde estábamos, revisar los hechos relevantes de la historia de nuestra vida que nos hubieran marcado y cómo nos habían marcado, conocer y reconocer las prioridades en diferentes ámbitos de la vida, las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas desde la perspectiva personal y desde la de nuestros seres queridos, analizar las diferencias, descubrir nuestro temperamento, para finalmente descubrir ese ser y determinar el hacer, el orden de actuar; formular nuestro ideal personal.
Una vez con la formulación del ideal personal, el siguiente paso fue vivir la Fe práctica en la Divina Providencia en el trabajo.
El ideal personal es algo en lo que uno cree; es tener fe, pero una fe sin acción es una fe muerta. Por tal motivo, la tarea fue interesante. Definir acciones puntuales, desde la originalidad e individualidad de cada uno, para encaminarnos y dirigirnos al logro de ese ideal. Con fechas y compromisos.
Cabe mencionar la importancia de conocer a la par y a fondo, la misión y visión de la empresa, del área de trabajo y del puesto en particular, dado que uno debe tener muy claro, cómo el ideal personal convive y se vincula con éstos y viceversa.
Con el paso del tiempo, y sin querer que esto fuera como fue (providencial), los resultados fueron muy positivos. El equipo de trabajo se convirtió en una comunidad. Evidentemente perseguíamos el cumplimiento de objetivos mensuales y anuales, pero había algo mucho más grande, más trascendental, el conseguir el bien común. En esta comunidad (ya no solo laboral), llegamos a conocer los ideales de todos y entre todos nos apoyábamos; uno en el otro, por el otro y para el otro. Las acciones personales del día a día, empezaron a tener un sentido claro por la búsqueda del ideal, lo cual nos hizo ser más felices, plenos y productivos.
El trabajo, las acciones concretas e iniciativas, dejaron de ser mecanicistas, se dejaron de hacer las cosas por moda o por mandato y se hicieron porque realmente uno estaba convencido, por un sentido genuino, un propósito relacionado con ese ideal personal. Nos sentimos libres de y libres para. Alineados al propósito de la empresa, hacer las tareas realmente porque queríamos hacerlas y no porque nos pidieran hacerlas.
Con el tiempo, uno se da cuenta de la posibilidad que da una empresa, no solo de generar una riqueza económica, sino de realmente generar un bien común con todos los agentes implicados. Es evidente, que la riqueza económica no puede faltar, ya que es el “combustible del motor” para que ésta funcione, pero esta riqueza, se debería concebir como una consecuencia del logro de la misión o propósito, el cual debería ser siempre el logro del bien común.
Cuando una persona es consciente de su ideal personal y ve a la empresa como una aliada para lograrlo, los resultados tanto personales como empresariales cambian positivamente.
Es importante agregar, que no solo se requiere crear un grupo de colaboradores que representen un equipo de trabajo fuerte. Queremos formar una comunidad donde todos estemos vinculados e interesados por el logro del ideal personal de cada uno y el propósito de la empresa. Si logramos esa comunidad, habremos logrado cumplir con la variable de mayor peso para ser felices: un sincero relacionamiento o vinculación.
Con esto podemos concluir, que hay muchas personas dentro de las organizaciones con la inquietud de crecer no solo profesionalmente sino también espiritualmente y que el vivir el ideal personal dentro de la empresa, en el trabajo, es una forma clara de hacerlo, logrando con esto, ser más productivos, más plenos, más felices, procurando el bien común de todos los agentes implicados y así, transformar este mundo en una nueva comunidad.
No me queda más que dejar las siguientes preguntas en la mesa:
¿Tengo claro mi ideal personal?, ¿lo vivo de manera orgánica, en todo ámbito de mi vida?, ¿lo vivo en mi trabajo?, ¿Cómo lo vivo o cómo lo podría vivir?, ¿contagio a otros a tenerlo y a vivirlo, qué hago al respecto?
¡Ánimo, que somos historia por hacer!.