Taller: Los laicos hoy – Charla de Vicente Núñez
En mi experiencia personal, quiero compartir algunas reflexiones que considero relevantes en este momento. Estas reflexiones son personales y surgen de mi propia historia y experiencia en relación con la Iglesia Católica en Chile.
Una idea que me ha impactado es la importancia de preguntarnos cómo llegamos a este punto en el que nos encontramos. Esta pregunta, planteada por Carola en un congreso al que asistí, nos invita a reflexionar sobre nuestras vivencias y percepciones en este contexto eclesial. Cada uno de nosotros tiene una historia única y ha atravesado momentos de dolor, rabia y enojo en relación con la Iglesia.
Desde mi posición como alguien que valora profundamente la Iglesia, he sentido la tristeza y el sufrimiento que proviene de ver a una institución abatida y golpeada. Me duele ver que la Iglesia está en una crisis, con una disminución en las vocaciones sacerdotales y una caída en la cantidad de fieles. Esta realidad me lleva a cuestionar hasta cuándo seguirá este camino y cómo podemos contribuir a cambiarlo.
En este proceso, he dialogado con otros laicos que comparten esta inquietud. Hemos hablado sobre la sensación de que la Iglesia se desangra, y la pregunta de hasta cuándo soportar esta situación. Hay quienes han propuesto movilizarnos, salir a las calles como laicos y expresar nuestra preocupación y deseo de cambio.
Sin embargo, creo que el cambio no solo debe ser externo, sino también interno. La Iglesia necesita de nuestro compromiso y participación activa. El Papa Francisco nos llama a ser un pueblo maduro espiritualmente, capaz de interceder y aportar en la construcción de una Iglesia centrada en Cristo. Esto implica ser valientes, formarnos para tener criterios sólidos, dar testimonio de nuestra fe en todos los ámbitos de la vida y comprometernos en la tarea de ayudar a la Iglesia en su labor.
Es importante recordar que la Iglesia no se trata solo de los sacerdotes y obispos, sino de todos los bautizados. Necesitamos unir fuerzas para afrontar esta crisis. Debe ser una tarea conjunta en la que los laicos también asumamos roles activos y responsabilidades. Debemos formarnos y fortalecer nuestra fe, para poder ser voces auténticas y convincentes en la sociedad actual.
A pesar de los desafíos, veo que hay razones para la esperanza. La Iglesia no solo enfrenta problemas, sino que también realiza numerosas obras sociales y misioneras que son dignas de admiración. Debemos compartir estas historias positivas y hacer un llamado a la unidad y la colaboración entre todos los miembros de la Iglesia.
En última instancia, necesitamos una fe madura en Dios y en Cristo para superar esta crisis. La fe nos sostiene en momentos difíciles y nos impulsa a tomar medidas concretas para mejorar la situación. A través de la oración, el compromiso y el trabajo conjunto, podemos contribuir a la construcción de una Iglesia revitalizada y centrada en el mensaje de Cristo.
Hoy, más que nunca, es esencial recordar la llamada del Papa Francisco a ser parte activa de esta Iglesia en proceso de transformación. Aunque enfrentamos desafíos, también tenemos la oportunidad de ser agentes de cambio y esperanza en la comunidad eclesial.