Taller: La virtud de la humildad

Llevar el mensaje a la vida cotidiana

El Taller de la Humildad tuvo como propósito trasladar el mensaje de la charla del Padre José María al ámbito concreto del trabajo.
Coordinado por Ramón Ruiz y Mauricio Domínguez, propuso a los participantes reflexionar sobre la vivencia de la humildad en su entorno profesional, a partir de experiencias personales, testimonios y aprendizajes compartidos.

Durante la introducción, los coordinadores señalaron que el taller buscaba “llevar el mensaje de la charla del padre a la vida real del mundo del trabajo, compartiendo experiencias personales y reflexiones concretas”. Las preguntas guía orientaron la dinámica grupal:

  • ¿Cómo experimento la humildad genuina en mi trabajo?
  • ¿Qué acto de humildad te ha impactado más y por qué?

Taller coordinado por Ramón Ruiz (México) y Mauricio Domínguez (Paraguay)

Reflexiones sobre la humildad en acción

En los distintos grupos de trabajo, las respuestas mostraron una amplia variedad de perspectivas sobre la humildad aplicada al liderazgo y a la vida profesional.
Uno de los ejes comunes fue la convicción de que la humildad consiste en reconocer el plan de Dios como el mejor plan, por encima de los proyectos personales. Desde esa actitud, cada participante está llamado a ser instrumento para transformar no solo su empresa, sino también la vida de quienes lo rodean.

También se destacó la importancia de mirar a María como modelo de humildad, como guía que conduce siempre a Cristo y enseña a actuar con serenidad, servicio y fe. En varias intervenciones, los grupos resumieron este espíritu con una invocación compartida: “Señor, que podamos hacer el bien sin mirar a quién, para que seamos hombres nuevos en un mundo nuevo.”

Escuchar, discernir y servir

Las experiencias compartidas coincidieron en que la humildad no se limita a una actitud interior, sino que se traduce en una forma concreta de relacionarse con los demás.
Antes de tomar decisiones, los participantes subrayaron la necesidad de escuchar las voces del yo, del otro y de Dios, integrando la reflexión personal, la empatía y el discernimiento espiritual.

Varios grupos destacaron que reconocer fortalezas y debilidades es solo el primer paso; la verdadera humildad implica aprender, evolucionar y poner esos aprendizajes al servicio del bien común.
De este modo, la humildad se asoció con el ejercicio responsable del poder y la autoridad, expresado en la capacidad de ofrecer dones, escuchar activamente y dejar que el amor cotidiano transforme la vida de los demás.

Con María, líderes transformadores

En la dimensión del liderazgo, los participantes reflexionaron sobre el papel del ego y la necesidad de administrarlo con equilibrio.
Una de las conclusiones más citadas fue que la humildad arraigada en María permite ejercer un liderazgo transformador, centrado en servir e inspirar a través de pequeños gestos.
El servicio fue reconocido como el lenguaje más auténtico de la humildad: actos simples, cotidianos y constantes que generan un impacto duradero en las personas y los equipos.

Tiempo, vínculos y servicio

Otro punto de convergencia fue el valor del tiempo compartido. “Dar nuestro tiempo a los demás, tiempo de calidad, para que descubran su ideal personal” fue una de las expresiones que sintetizó esta idea.
El taller resaltó que dedicar tiempo a los colaboradores, escuchar sus inquietudes y acompañar sus procesos personales son expresiones concretas de humildad vivida.

La pedagogía del vínculo, central en la espiritualidad de Schoenstatt, se hizo visible en los testimonios: escuchar a Dios y escuchar a las personas con respeto a la diversidad son caminos complementarios para construir relaciones que dignifican.

Instrumentos de transformación

En la síntesis final, los grupos coincidieron en que la humildad es un camino de integración entre lo humano y lo divino. Ser instrumentos implica reconocerse con luces y sombras, aceptar las propias limitaciones y permitir que Dios actúe a través de cada persona.

“Ser instrumento tiene que ver con reconocernos en nuestras características buenas y malas, nuestras luces y sombras, pero principalmente dejarse tocar por Dios”, expresó uno de los equipos al cierre del taller.

La conclusión común fue que la humildad es servicio, empatía y discernimiento; una virtud que se aprende y se vive cada día en el trabajo, en la familia y en la comunidad.

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