Autoridad en el trabajo

Mi experiencia como directora de la educación pública ha sido desafiante y enriquecedora. En julio de 2019, recibí el nombramiento como la primera mujer en ocupar este cargo, siendo responsable de implementar la Ley 21.040, una reforma educativa aprobada por el gobierno anterior y que debía llevarse a cabo bajo el mandato del presidente actual.

Esta reforma resultó ser la más grande y compleja en el sistema educacional chileno en décadas, y mi objetivo era cambiar la forma de gestionar la educación pública municipal. Sin embargo, me enfrenté a un desafío político, ya que la reforma fue promulgada por un gobierno anterior al que yo no pertenecía. La polarización social y el estallido social en octubre de 2019 también complicaron la situación, generando malestar y violencia en el país.

Además, la pandemia de COVID-19 en 2020 y 2021 afectó significativamente al sector educativo. El cierre de escuelas y la necesidad de adaptar rápidamente la enseñanza a nuevas formas remotas desafiaron a todo el sistema. La falta de conectividad y recursos tecnológicos en algunas áreas también representó un obstáculo.

A medida que avanzaba en mi labor, me di cuenta de que tenía que enfrentar un liderazgo en crisis y gestionar el cambio en una institución totalmente nueva para mí. Al venir del sector privado, descubrí que la administración pública tenía una dinámica diferente y un equilibrio que debía mantenerse para cumplir con el trabajo sin ir más allá.

Me propuse mantener mi identidad y esencia como profesora y como persona, enfrentando los desafíos con fe en la providencia divina. Reconocí la importancia de escuchar y aprender de los demás, lo que me permitió forjar alianzas y tomar decisiones informadas.

Uno de mis principales objetivos fue cargar de propósito el trabajo, para que los 150 funcionarios que trabajaban conmigo pudieran soñar juntos y trabajar en equipo. Aprendí a tener una visión amplia desde el balcón, tomando perspectiva, pero también a descender al nivel del suelo para colaborar con el equipo.

La política, aunque inicialmente la descarté, resultó ser esencial en mi rol. Comprendí que no se trataba de ideologías, sino de un sentido republicano y el interés de los niños y la educación pública. La escucha se convirtió en una herramienta poderosa para avanzar en medio de la incertidumbre y los desafíos constantes.

En resumen, estos dos años y medio han sido un viaje de aprendizaje y crecimiento. La dirección de la educación pública ha sido una experiencia compleja pero gratificante, en la que he podido poner en práctica mis habilidades como líder y maestra, manteniendo mi identidad y valores en un contexto político y social desafiante. Con fe, determinación y trabajo en equipo, he podido avanzar hacia el objetivo de mejorar la educación pública en Chile.

María Alejandra Grebe

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