Charla: La virtud de la humildad

La voluntad de Dios como punto de partida

Durante la apertura del Congreso Internacional CIEES 2025 en Atibaia, el Padre José María invitó a los participantes a recuperar una pregunta que el Padre Kentenich planteaba constantemente: ¿Cuál es la voluntad de Dios?
A partir de esa orientación, destacó que la búsqueda espiritual y profesional de cada persona debe sostenerse en el discernimiento y en la acción. No basta con reflexionar o emocionarse ante la fe; es necesario traducirla en obras concretas, porque —recordó— Dios actúa a través de las personas.

El expositor propuso comprender la humildad como la actitud interior que permite abrirse a esa voluntad y responder a ella con coherencia. La definió como una condición esencial para todo liderazgo inspirado en el Evangelio y en el servicio.

Reflexión del Padre José María en el Congreso Internacional CIEES 2025

Un liderazgo que nace del servicio

El Padre José María explicó que el liderazgo cristiano no se basa en el poder, sino en el servicio, retomando el sentido del Evangelio cuando Jesús afirma: “El que es mayor entre ustedes, hágase como el menor.”
Desde esa perspectiva, el líder es aquel que se reconoce instrumento y no protagonista. La humildad, dijo, no debilita la autoridad, sino que la ordena hacia su fin más alto: el bien común.
Afirmó también que esta virtud permite comprender la grandeza desde una mirada distinta: el dinero puede dar riqueza, el conocimiento sabiduría, pero es la humildad la que otorga verdadera grandeza, porque conecta al ser humano con su origen y su misión.

Desafíos del tiempo actual

El sacerdote enmarcó su reflexión en la realidad social contemporánea, que definió como marcada por tres dinámicas principales: la adicción, la confrontación y la violencia.
Advirtió sobre la naturalización de las dependencias —tanto materiales como digitales— que terminan limitando la libertad personal y colectiva. A la vez, observó cómo la cultura de la confrontación se ha instalado como un modo de relación constante: la división entre ideas o grupos se vuelve un medio de poder, y con ello se debilita la posibilidad de construir en conjunto.
En tercer lugar, se refirió a la violencia visible e invisible que atraviesa sociedades y familias, y que pone en riesgo la dignidad de la persona humana. Frente a este contexto, señaló que la libertad es el don más valioso del ser humano, pero también su responsabilidad. Cuidarla, dijo, exige humildad para reconocer límites, buscar la verdad y actuar con conciencia.

La humildad como fuente de discernimiento

El Padre José María profundizó en la relación entre humildad y discernimiento, explicando que ambas se sostienen mutuamente. La humildad permite ver la realidad sin máscaras y escuchar lo que Dios pide en medio de las circunstancias.
Retomó la visión bautismal del liderazgo cristiano, que se expresa en tres dimensiones: el sacerdote que intercede, el rey que sirve y el profeta que discierne. Solo desde esa integración, dijo, el liderazgo se vuelve fecundo y puede generar esperanza.
Citó a Santa Teresa de Jesús para describir el núcleo de esta virtud: “La humildad no es la verdad, es vivir en la verdad.” Vivirla implica asumir tanto los dones como las fragilidades personales, sabiendo que ambos forman parte del plan de Dios.

La pedagogía de los vínculos

Uno de los ejes centrales de la exposición fue la pedagogía propia de Schoenstatt, que el Padre José María describió como una escuela de humildad a través de la relación viva con Dios, con la Virgen y con los demás.
Recordó que la Alianza de Amor no es un acto puntual, sino un proceso educativo que transforma desde dentro: “Nada sin Ti, nada sin nosotros.”
Esta dinámica —explicó— se concreta en el “organismo de vinculaciones”, una red de relaciones que fortalece la libertad interior. Un vínculo sano libera y humaniza; en cambio, cuando se convierte en dependencia o sometimiento, deja de ser vínculo y pasa a ser adicción.

Responder con una alianza de amor

En la parte final de su disertación, el Padre José María propuso la Alianza de Amor como respuesta concreta a la cultura de la confrontación y de la violencia.
Sostuvo que el amor vivido en comunidad no se limita al afecto o la devoción, sino que busca la solidaridad que dignifica. En este sentido, señaló que los empresarios y ejecutivos tienen una tarea específica: reconocer el potencial de quienes los rodean y contribuir a su desarrollo humano y espiritual.

Concluyó recordando que la humildad, vivida como verdad y servicio, no solo orienta las decisiones personales, sino que se convierte en fuente de esperanza para el tiempo presente. “Viviendo en la verdad de la humildad —expresó— construimos una esperanza real; ese es el santuario vivo que Dios y la Santísima Virgen quieren dar a nuestro tiempo.”

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