¿Y si Dios fuera el CEO?: una mirada distinta al liderazgo

Ernesto Amador
Reconocer a Dios como dueño: un cambio de mirada
Ernesto Amador, empresario ecuatoriano y miembro activo del CIES, comparte cómo su vida profesional dio un giro profundo al consagrar su empresa a Dios. A través de Centuriosa, una empresa familiar con más de 100 colaboradores, Ernesto decidió que Dios no solo fuera parte del negocio, sino su verdadero propietario. Este acto no fue simbólico: implicó asumir que todas las decisiones empresariales, incluso las que afectan la rentabilidad, deben pasar por el discernimiento espiritual y el compromiso con el bien común. A partir de ese momento, el lema “una empresa de Dios” dejó de ser una frase y se convirtió en un modo de vida corporativa.
Una cultura centrada en el cuidado
Lejos de imponer una práctica religiosa, Ernesto promueve en su empresa una espiritualidad del cuidado, accesible a todas las creencias. Inspirado por el Evangelio y por la pedagogía de Schoenstatt, ha impulsado acciones concretas como días libres por cumpleaños, apoyo en necesidades habitacionales y atención financiera en casos urgentes. Además, fomenta espacios de oración voluntaria y organiza tanto misas como cultos evangélicos, respetando la diversidad de fe de sus colaboradores. En sus palabras, cada acción se orienta a reconocer la dignidad de los trabajadores como hijos de Dios y herederos del dueño real de la empresa.
Escuchar a Dios en lo cotidiano
Para Ernesto, una empresa de Dios no es un eslogan, sino un camino de formación continua. Junto a su equipo, mantiene una actitud de discernimiento constante, atentos a las “causas segundas” por las que Dios habla en la vida diaria. La “matriz del cuidado” y el “equipo de cuidado” que integran colaboradores de distintos niveles jerárquicos permiten identificar necesidades concretas y responder con acciones solidarias. Esta estructura no solo fortalece el ambiente laboral, sino que revela una espiritualidad práctica, donde cada decisión se convierte en una oportunidad de encuentro con Dios.
El valor de decidir: un sí que transforma
La experiencia de Centuriosa demuestra que incorporar a Dios en la empresa no requiere grandes recursos, sino una decisión firme. Ernesto insiste en que muchos empresarios desean hacer algo similar, pero postergan por miedo o por comodidad. Su consejo es claro: reconocer que la empresa es de Dios, actuar en consecuencia y confiar en que Él proveerá. En su caso, los resultados no solo se han reflejado en un clima laboral más humano, sino también en un crecimiento económico sostenido. Con convicción y humildad, concluye: “Yo obedezco al jefe. Si Él dice que lo haga, lo hago. Y Él siempre paga bien”.